viernes, 8 de agosto de 2008

Gordión

Vi un gorrión tan gordito que la pancita le llegaba al piso y se le chocaba con las patitas -no puedo evitar los diminutivos, era muy chiquito!-. Pensé que debía ser incómodo pero a él no parecía importarle, andaba de lo más tranquilo. Tampoco le importaba a los demás gorrioncitos, porque estaban muy risueños escuchándolo. El gorrión gordito era claramente el centro de atención. Había uno medio anaranjado que, aunque lo escuchaba muy atento, sentía un poco de celos de que todos estuvieran tan pendientes de lo que estaba contando, y después de un rato prefirió ir a buscar algo de comer.

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