jueves, 31 de julio de 2008

Cosas que pueden pasar

Sentir ganas de morirte aún siendo muy muy feliz.
Tener amigos que no te den otra cosa que su amistad.
Tener mucha ropa con onda sin gastar mucha plata en ropa.
Ser alguien muy solitario y tener ganas de que eso cambie.
Dormirte dos horas después de que apagaste la luz y te metiste en la cama, y que hayas disfrutado ese tiempo con vos mismo y no te pese.
Ganar plata haciendo algo que le haga bien de verdad a alguien más.
Que las cosas que te hicieron fuerte te sigan doliendo durante toda tu vida.
Esperar el momento justo.

martes, 29 de julio de 2008

Espacios vacíos

Por estos días me está pasando algo raro. Resulta que yo soy una adicta confesa a la ropa barata. Si voy caminando y veo en una vidriera una prenda barata, basta que me guste un poquitito para ir y comprarla. Y cuando digo barata me refiero a REGALADA, a un precio ridículo, a una patada en los huevos a la relación costo beneficio. Ni siquiera me conformo con las liquidaciones de marcas conocidas: a mí lo que me genera un placer supremo es revolver los canastos de ropa rota, las ferias americanas con olor a humedad y los negocios del once, y responder a un posterior elogio a mis adquisiciones diciendo "lo pagué cinco pesos" es la frutillita del postre. Porque ese es uno de mis pocos talentos: encontrar ropa sacada de una pocilga a precios irrisiorios que encima parece buena y cara y que después todos me admiran, y que cuando escuchan el precio se caen de culo.
Pero, decía, me está pasando algo raro. Me doy cuenta de que tengo más cantidad de ropa de la que necesito para vestirme al menos durante todo el próximo lustro. Miro mi placard y hay cuatro sacos en cada percha, y los estantes rebalsan de remeras de todos los colores y texturas. Además no tengo nunca la crisis del qué me pongo, entre toda esta cantidad de trapos divinos siempre encuentro algo que me doy cuenta que hace un año y medio que no uso y me lo pongo, y así me siento de estreno todos los días. Entonces, lo que ocurre es que ya no siento esa compulsión que sentí durante muchos años de abalanzarme sobre canastos y ferias y once. Cuando veo algo que me gusta, la mayoría de las veces pienso que ya tengo algo parecido, o que no me muero por tenerlo, o sin ir más lejos me desanima pensar que no va a entrar en el armario, y si en cambio me lo compro la euforia no es ni remotamente la misma que cuando antaño.
Y puede parecer una pavada, pero lo que siento con eso es que perdí el único vicio que tenía. Hay muchísimas cosas que disfruto a pesar de no corresponderse con el pundonor al que aspira un devoto, en las que incluso gasto más de lo que estrictamente me es posible, pero ninguna me vuelve víctima de mortales pulsiones de tipo irracional y festivo tanto como aquella. No soy adicta al cigarrillo, ni a la comida, ni al chocolate, el helado, el alcohol, los tratamientos anticelulitis, la lencería, la farándula, el bingo. No me queda más nada que me haga sentir esa culpa tan dulce que sigue a una acción deliberada, ni que me permita tapar impunemente cosas que no andan bien en mi vida o gastar todo mi sueldo en veinte minutos sin rendir cuentas a nadie.
Recién ahora que no lo tengo reconozco cabalmente el enorme privilegio que implica el vicio para quien lo alberga. Es por eso que me comprometo, con doloroso anhelo en mis redaños, a encontrar uno nuevo tan pronto como sea posible.

Acostumbrarse es morir un poco

Es la una de la madrugada. En la plaza que está enfrente de mi casa hay un chico andando en patineta. No tiene más de 18 años, y lleva una mochila con la calavera de los Misfits. Está tratando de que ruede la patineta mientras él pega un saltito en el aire, no puede, me sorprende que después de varios intentos fallidos no haya perdido ni un poco de su energía. No es demasiado hábil, pero seguirá intentando varias veces. Desde hace media hora lo veo pasar una y otra vez, de un extremo al otro, a gran velocidad, dando saltos y vueltas. Se divierte mucho patinando. Mientras lo observo no tengo ni la menor duda de que en realidad la placita es suya, que le pertenece a él, que la disfruta, que la merece más. Que yo sólo la miro por la ventana todos los días.

Infinita miseria

A Ernesto no le gustaba trabajar. Nunca pudo ganar un centavo, y llegó a la vejez sin tener dónde caerse muerto. Todavía se ve su pútrido cuerpo sin alma zigzagueando por las calles, buscando desesperado un rincón donde yacer.

domingo, 27 de julio de 2008

Incondicional

-Hola mi vida...
-Qué te pasa preciosa? -me dice leyéndome la angustia en la voz, además de la nariz tapada de moco de llanto.
-¡¡¡Qué no puedo maaaaaaaaaás!!! ¡¡¡Estoy harta y mi vida es una mieeeeerrrrrrda!!! ¡¡¡Podrida estoy!!! ¡¡¡Todo me sale para el culoooo!!! ¡¡¡No sé qué tengo que hacer por Dioooosss decime qué carajo hago maaaal!!! ¡¡¡Qué haaaaago!!!
-Mira yo creo que tendrías que... (silencio)... (silencio)... (silencio)... ¿Te llamo después que le están cantando el feliz cumpleaños a Emilio?

Etapas

Un pedazo de torta alta con dulces y cremas se deshizo en sus manos. Se chupa los dedos y saborea la lástima. Después busca los ingredientes y hace como puede algo parecido a lo que fue.
Siempre es asombroso ver cómo la propia vida va tomando forma (no importa si de algo bueno o de monstruo de dos cabezas).

jueves, 24 de julio de 2008

The fortunate ones

Yo únicamente

cocino
sonrío
canto
soy simpática
cuento anécdotas en forma graciosa
me pongo linda
me reservo un sábado a la noche
expongo entreverados conceptos filosóficos de mi modesta autoría

para personas que lo valen.
Y que conmigo la pasan bárbaro.

miércoles, 23 de julio de 2008

Family portrait

"En el pasado, los parientes y vecinos prestaron al individuo un soporte moral continuo a lo largo de toda su vida. Hoy en día el hogar familiar está aislado. La familia se repliega sobre sí misma; hay una intensificación de las tensiones emocionales entre marido y mujer, entre padres e hijos. La tensión es mayor de lo que podemos soportar. Lejos de ser la base de una sociedad sana, la familia, con su estrecha vida privada y sus secretos sucios y ridículos, es la fuente de todas nuestras insatisfacciones."

Un mundo en explosión, Edmund Leach, 1967.

Baba del diablo

Muchas cosas no nos salieron como hubiésemos querido en su momento, y nos fuimos volviendo cada vez más cronopios y menos famas. La mayoría anda el camino inverso, nace cronopio y el mundo los va haciendo fama, pero a nosotros eso nos parece triste porque ser cronopio se siente muy bien. A su vez creemos que los que nacen cronopio y permanecen cronopio no pueden disfrutar plenamente de tal condición porque piensan que no demanda ningún esfuerzo, y de ninguna manera es así.

martes, 22 de julio de 2008

Frenesí

Hace unos meses traje a mi casa un limón que había tenido una carga afectiva para mí. Nunca lo tiré, pero no recuerdo haberlo guardado en ningún lugar especial, ni haberlo sacado de la cartera -ahí no está seguro-.
Ahora pienso que fue un error no haber podido deshacerme de él a tiempo, y con un poco de culpa reconozco que me gustaría no encontrarlo.

Big bottom boys

A mí me ENCANTAN los hombres gorditos con personalidad de
héroe de película de acción
intelectual del mayo francés
camionero obsceno
rockstar
Hugh Grant
actor under pobre
enardecido militante del PJ.

Los que actúan nomás como "gordito" sienten que las mujeres no se fijan en ellos porque los discriminan o por cosas que están mal en la sociedad, pero en realidad se cavan su propia fosa.

domingo, 20 de julio de 2008

Luces

Hay noches parecidas a esta, sobre todo los domingos. Hoy por ejemplo sólo soy una frase que una chica negra con voz vibrosa linda, debe ser linda, hace sonar en inglés, y después dice algo como que las emociones la arrastran pero que nunca la van a ver en las palabras de un corazón roto.
Yo hoy tampoco me encuentro en las palabras de un corazón roto.
En ninguna palabra me encuentro.
Quizás sí en un re menor de dos tiempos, con la voz de la chica negra.

Break the ice

Se ortivó Amarena: oscuro y sin comments, porque me hacen sentir que espero algo de los que leen esto, y no es que no lo espere sino que no me sirve para nada tener eso en la cabeza cuando escribo algo. Como en la vida, viste. Así que al que le pica me manda un mail que es mucho más amoroso, a inmaculada01@hotmail.com.

Imprudencia

Íbamos caminando por una vereda angosta de microcentro. Unos metros adelante nuestro había una camioneta blanca estacionada, de esas que son como compactas, como una combi pero sin ventanillas. Cuando pasamos por al lado, la puerta se abre de golpe y mi mamá, que venía hablando, se queda callada. Seguimos caminando en silencio hasta la esquina. Ahí, por fin, me dice: Siempre que paso por al lado de una de esas siento que se va a abrir y va a salir un brazo negro que me agarra y me tira adentro.
Sería un comentario gracioso, una eventualidad, de no ser porque en ese momento yo tenía ocho años y un tumultuoso caudal de imaginación que por cierto me acompaña hasta estos días. Cuando voy por una vereda angosta y me topo con una de esas camionetas blancas empiezo a caminar rápido, la presión se me va a las nubes y una gota de sudor helado me recorre la frente. Cuando llego a la esquina, aliviada, respiro profundo y escupo en el aire un improperio feroz.

viernes, 11 de julio de 2008

No hay tiempo que perder!

A mi mail llegan spams como este. Heal the world.





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