martes, 29 de julio de 2008

Infinita miseria

A Ernesto no le gustaba trabajar. Nunca pudo ganar un centavo, y llegó a la vejez sin tener dónde caerse muerto. Todavía se ve su pútrido cuerpo sin alma zigzagueando por las calles, buscando desesperado un rincón donde yacer.

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