lunes, 29 de octubre de 2007

Recién en el subte pensaba

Que esas linternas abrochables a un libro que te intentan vender sólo pueden ser útiles para quienes se unan en sagrado matrimonio con un monstruo encarnizado que los amenace de muerte si prenden la luz de la mesita para leer cinco minutos antes de dormir.

Que si vengo con el Ipod puesto y cuando miro el celular hay un millón de llamadas perdidas porque no lo escuché sonar, alguien me tendría que haber avisado, al menos para resguardar su propia salud mental del irreparable daño que puede producirle un ringtone midi sonando diez minutos seguidos.

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