martes, 22 de enero de 2008

Home sweet home

Hola a todos! Llegué ayer de un viaje muy lindo por Uruguay. Como siempre me voy de viaje con una mochilita XS con lo mínimo indispensable, porque mi menudo cuerpecito no tolera más del uno por ciento de mi peso, resulta que llego a Buenos Aires con ganas de arrasar con todos los negocios de ropa del país harta de estar una semana con las mismas zapatillas llenas de tierra y dos remeritas aburridas. Entonces hoy andaba por la zona del Abasto con tiempo libre y la billetera abultada y entonces, claro, me metí en el shopping y entré en absolutamente TODOS los negocios y en cada uno me probé siete polleras, nueve pantalones y catorce pares de zapatos. En un local medio teenager vi un vestido blanco precioso, era como una remera pero más grande y larga con unos frunces en el escote y unas manguitas baloon preciosas, pero cuando me lo probé me quedaba como el culo (obvio que no soy yo: era mucho más lindo colgado que puesto). No lo llevé, pero me encapriché y recorrí los dos pisos buscando un vestido blanco como una loca posesa pero no apareció. Decidí sumar al terreno de búsqueda el patio de comidas y el Neverland. Nada. Resignada, me iba a tomar el subte y veo C&A al ladito de la puerta. Odio C&A. Lo único que compré en mi vida en C&A es una musculosa con sandías porque salía diez pesos y soy una amante de las ofertas irracionales. Pero era tan supremo mi anhelo por el vestido blanco que entré, y salí con los huevos al spiedo con papas: se me tiraron CUATRO vendedores a ofrecerme ayuda. Pero no es sólo ayuda lo que brindan. No señor. Son una manga de vagos y si por ellos fuera se esconderían a tomar mate y jugar al chancho va detrás de los harapos que promueven sus maniquíes naranjas. Lo que buscan realmente es encajarnos a todos su inutil TARJETA C&A. Como todos sabemos, mi cordura se mantiene incólumne, además de que mis virtudes cardinales son excelsas e inauditas, y entonces me enfrenté a las fuerzas del mal y con mi devastador semblante me negué a su dádiva demencial con un rotundo: "Nó". Me probé tres remeras. TRES. Ninguna era lo que buscaba. Una habría requerido un arreglo casero, pero no estaba dispuesta a hacerle el favor a C&A de pagarles algo que no me quedara pintado. Como soy consciente de mis reales necesidades y odio desperdiciar plata llenando el placard con cosas que nunca uso, no me compré nada. Espero que la vida en Buenos Aires me depare mejores cosas.

3 comentarios:

Marie dijo...

la ropa en C&A es toda espantosa
cuesta pensar cómo sobreviven porque a nadie le puede quedar bien

no lavarán dinero?

no sé porqué sigo entrando y probandome cosas, nunca nada tiene buen corte y no es taaaaaaaaaaan barato como para decir, má sí, me lo compro igual, si no va, lo uso de ballerina

nena nena dijo...

jajaja lo de c&a es así totalmente... a veces entro pero tampoco sé porqué y si, seguro que lavan plata
qué bien que volviste, ya estábamos enloqueciendo... se viene febrero y nulú se pone al día con pileta incluida!!

inmaculada dijo...

marie: absolutamente, la ropa la hacen con forma de heladera y encima es cara. me da bronca que nati oreiro sea modelo de ahí porque ella es hermosa. digale no!

julie: la relación entre amarena y vos no puede seguir adelante. vamos a ver si un día de pileta arregla las cosas entre ustedes. ojalá.

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