viernes, 1 de junio de 2007

Esta primera mitad del año todas mis actividades transcurren pasado el mediodía. Me levanto entre las 10 y las 11, agarro algún libro de la mesita de luz y me quedo un rato laaaaargo en la cama hasta que me despierto bien, leyendo una parte de algún libro que en el 90% de los casos ya leí y no necesariamente me encantó, o empiezo con alguno que en absoluto me interese terminar, a veces merecen que se les dé trato de Paparazzi. Me levanto CUANDO SE ME ANTOJA y me baño, amo bañarme a esas horas de la mañana y en cambio me fastidia terriblemente tener que bañarme en cualquier otro momento del día. Me seco bien el pelo (no aguanto un segundo el pelo mojado), me visto, y me siento en mi living con vista maravillosa a la 9 de julio a ver algún telediario mientras tomo té y como pan integral con mermelada de frutilla. Termino tranquila y encaro a la línea B bailoteando al ritmo de lo que tenga en el Ipod, siempre bailoteable, lo cual finaliza recién a la entrada del aula correspondiente. Soy feliz con esta rutina, amo mi desayuno y mi baño, y casi casi que me ortivo y digo que no me gustan los fines de semana porque me despierto cuando ya es por lo menos "hora de almorzar" y me pierdo todo este momento, y diría muchísimas cosas más si no fuera porque en la habitación contigua una insomne Mamá Renata está escuchando a Lissa cantando el Ave María a los gritos pelados en la ya nefasta BB house.

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